Armando San Martín tenía 27 años cuando inició su empresa de distribución mayorista de fiambres, lácteos y otros productos.
El 1 de octubre la empresa que lleva su nombre, y en el que lo acompaña su esposa Cristina y su hijo, cumplió 30 años de actividad sostenida.
Consultado, con su forma de ser humilde, de buen vecino y trabajador, dijo sencillamente que “los años se van pasando y uno ni cuenta se da de la vida”.
En la pared de su escritorio hay una foto grande donde está todo el plantel de empleados de la firma, tal como si fueran un equipo de fútbol. Nada más que el capitán del equipo no tiene en sus manos un balón, sino una lapicera.
Agregó que “tengo un grupo de empleados muy bueno, me han acompañado todos estos años gente muy buena gracias a Dios. La mayoría de muchos años, ahí está la razón de lo largo de esta trayectoria. Cuando uno tiene gente de muchos años por algo es”.
Recordó que si bien “en los comienzos a las puertas cuesta abrirlas, yo tuve la suerte de encontrarme con gente muy buena, por lo que la ayuda siempre fue muy grande. Recuerdo un distribuidor de Coronel Suárez, ‘Pepe’ Schwindt, que cuando comencé vino y se brindó con todas las facilidades para que pudiera comenzar”.
Con estos 30 años confirma lo que ya se sabe de antemano: el éxito de toda empresa está en el trabajo constante, honesto, responsable. No hay otra fórmula para la continuidad, y Armando San Martín es un buen ejemplo de ello.