Tiene una altura total de 45 metros, por lo que por mucho tiempo fue el Mástil más alto de América.
Su extraordinaria estructura es el fruto del genio creador del artista Antonio Bagué, que por varios años vivió en Coronel Suárez y dejó, entre otras obras, también la del Cristo del Camino.
Desde hace varios años se viene reclamando por el permanente deterioro del conjunto escultórico que conforman cada una de las cuatro caras del Mástil.
Circular por la intersección de las Avenidas Sixto Rodríguez y Alsina de Coronel Suárez y alzar la vista hacia lo alto encoge el alma de cada suarense: toda la obra deteriorada, con las figuras humanas descabezadas, o a las que les faltan partes del cuerpo que se han ido cayendo de a poco, dan cuenta que desde el Estado no se le da mucha importancia al patrimonio cultural del Distrito.
Pero lo máximo se ha sumado en estos últimos días, donde desde la cabeza, los brazos, los torsos descabezados de las esculturas, emergen, mostrando una bruta ignorancia o desprecio por el arte, los pinches de plástico que tienen por fin ahuyentar las palomas que eligen el monumento histórico como hábitat.
Ridículas, como disfrazadas, desnaturalizadas, quedan ahora las esculturas, recortadas contra el cielo azul, portando como un triste adorno estos largos pinches de plástico.
Parece la obra de un bromista.
Y lo peor, si lo que se pretendía era alejar del lugar las palomas… no se logró. Algunas quedan en huecos donde no se han colocados esos pinches.
Otras parecen bailar una extraña danza, acomodándose entre los espacios vacíos. Y más arriba, en lo alto, donde no han sido colocados estos ahuyentadores, quedan otras muchas que igual dejan caer su excremento hacia abajo.
Triste presente para el Mástil que fue y es orgullo para los suarenses.