Ingresar al boliche de la calle Urquiza, casi un símbolo de la nocturnidad en la ciudad, a las 14 horas y apreciar el clima reinante representaba una fuerte experiencia, y a pesar que seguimos de cerca todas las fiestas anteriores, el viernes notamos la adhesión mas amplia de jóvenes estudiantes de diversos establecimientos secundarios que con gran entusiasmo comprobaron que no hay diferencias, que todos nos podemos divertir a la tarde, sin alcohol, y compartir con nuestros pares sin importar diferencias de ninguna índole, al contrario, valorando mas aun todo lo que cada uno puede expresar y aportar al desafío.
Fue una fiesta diferente pero sin diferencias, todos juntos bailaron, se intercambiaron cotillón, desplegaron coreografías, brindaron con jugos o gaseosas, la música al “toque” como suena en las noches bailables de Yamó; todo igual, la única diferencia era el horario.
Caras de felicidad en todos los concurrentes, sobre todo los chicos de los Talleres Protegidos, del Centro de Día y otras entidades invitadas que atienden la discapacidad en nuestro medio.
Un lleno total, donde los chicos y las chicas afirmaron un convencimiento y un principio de igualdad sin discriminación, pensando en los otros, participando de una jornada recreativa y reafirmando la inclusión y la integración; afuera quedaron los prejuicios.
El objetivo se cumplió, la diversión surgía de manera tan espontánea, las manos se cruzaban, la alegría flotaba en el ambiente, se hacia realidad en esta fiesta la oportunidad de estar todos juntos, por lo cual desde la Dirección de Discapacidad de la Municipalidad se evaluó el festejo como muy positivo y hasta superador de las ediciones anteriores, porque siempre vienen mas jóvenes que pertenecen a las escuelas secundarias de la ciudad, que se suman y entienden el mensaje, sobre todo aquel que llenó de contenido considerando que la opción es valida y satisfactoria.
Trabajaron de manera coordinada en el cotillón y en las pulseras que facilitaban el acceso al boliche que presentaba todas las condiciones para la gran movida que se armó.
Una tarde que varios de los chicos de los Talleres Protegidos de nuestra ciudad y de Santa Maria anhelaban que no se terminara nunca, mientras los jóvenes que se abrieron a la propuesta se encontraron con que recibieron más de lo que dieron, una cuota invalorable de afecto y cariño.
Una fiesta diferente pero igual, parece un juego de palabras pero hay que estar allí para comprender en toda su dimensión el sentimiento y el afecto que trepa por todo el ambiente, con un Yamó que abrió sus puertas a la verdadera integración.
Se recaudaron artículos de limpieza que se destinarán a las entidades que en nuestra ciudad trabajan por la discapacidad, por lo cual el objetivo estuvo más que cumplido.
Por suerte un soplo de aire fresco ante tanta negatividad y negación que a veces nos rodea y que no nos permite considerar lo importante y valioso de la vida, que sin dudas no esta en lo material sino en los afectos sin condicionamientos.