Servicio Meteorológico Nacional - Coronel Suárez.
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La Plata.
Pánico, colapso y víctimas fatales.

Cayeron 125 milímetros y las calles se convirtieron en ríos. Más de un metro y medio en las casas. Al menos un muerto fue el resultado trágico del temporal, aunque no se descartan más víctimas.

Docenas de chaparrones furiosos e implacables sepultaron ayer bajo el agua la mayor parte de la Ciudad. La tormenta descargó una cantidad inédita de lluvia en poco más de cuatro horas, provocando escenas de desesperación, evacuaciones masivas, casas y vehículos arruinados. Como nunca antes, el miedo a perderlo todo, incluso la propia vida, invadió a los vecinos del casco histórico y los barrios más alejados de la periferia que le dieron pelea a la adversidad mientras esperaban una ayuda que en muchos casos tardó varias horas en llegar. Un hombre hallado en Ringuelet se convirtió a la medianoche, según informaron fuentes policiales, en la primera víctima fatal.
Al cierre de esta edición, los servicios de emergencia y asistencia social -Policía, Bomberos y Defensa Civil- seguían trabajando a destajo para rescatar familias que se habían refugiado en lugares altos para evitar ahogarse. Y se mantenía vigente el alerta ante la posibilidad de que el mal tiempo continuara al menos hasta el mediodía de hoy. Nadie se atrevía a aventurar cuál sería el saldo material y humano de la catástrofe cuando el agua comenzara a bajar.
Poco antes de las 17, las primeras lloviznas cayeron sobre una ciudad expectante, sobre aviso de lo que había ocurrido horas antes en la capital federal. Minutos después, literalmente, se cayó el cielo; y siguió haciéndolo a lo largo de seis horas. El viento sopló del sudeste, empeorando la situación al bloquear el drenaje natural de los arroyos hacia el Río de La Plata. El agua comenzó a acumularse y corrió a toda velocidad por las calles, convertidas en canales, arrastrando bolsas de basura y hojarasca de otoño; cuando las zonas más bajas se colmaron, la inundación se generalizó.
Los platenses improvisaron compuertas, cortaron calles, pusieron muebles sobre otros muebles, intentaron rescatar sus mascotas; pero nada detuvo el ascenso del agua turbia, que incluso en barrios que no suelen padecer anegamientos superó el metro y medio de altura.
Los mejoramientos temporarios no ayudaron: a cada uno le seguía un diluvio de diez o quince minutos. De acuerdo con las mediciones de la estación meteorológica ubicada en el aeródromo local, entre las 13.25 y las 21 cayeron 125 milímetros. En la Comuna estimaron esa cifra en 311, y destacaron que la media mensual de abril es de sólo 74.
UNA CIUDAD SITIADA
Con celulares cortados y crecientes dificultades para comunicarse por telefonía fija, las familias comenzaron a chequear frenéticamente sus paraderos. Algunas localidades, como Los Hornos, quedaron sitiadas, sin posibilidad de acceso terrestre ni telefónico. El Comité de Emergencia Municipal recurrió a Prefectura para el envío de lanchas y gomones. Y el gobierno nacional asignó vehículos del Ejército a tareas de rescate en la Ciudad.
Fuentes del municipio informaron que se habilitaron centros de evacuación en el Centro de Fomento Los Hornos, los clubes
El Cruce y Alumni. También en la Escuela 2, de 9 y 48. Santiago Martorelli, desde el Comité, señaló que “la cantidad de autoevacuados es grande, y hay zonas a las que se han enviado micros pero no se pudo acceder”. El párroco de San Cayetano, Ricardo Solá, abrió las puertas del templo a quienes quisieran pasar allí la noche, ante la cantidad de llamados recibidos.
El arroyo El Gato, vía natural de desagote de la mayor parte de los desagües pluviales platenses, desbordó en Melchor Romero, San Carlos, Ringuelet y Tolosa. El Maldonado salió de su cauce en 6 y 92, y uno de sus afluentes en 7 y 84.
El antecedente de “mega-tormenta” más fresco en la memoria de los platenses es la que se registró el 27 de enero de 2002, cuando cayeron 80 milímetros de lluvia en poco menos de tres horas. Anoche, el primer respiro llegó a las 23, pero el agua siguió subiendo.
Para entonces, las calles estaban desiertas, amén de algunos samaritanos, como dos vecinos de 8 y 59 -Víctor y Juan- que ayudaron a los coches encajados a seguir su camino. Pero muchos estaban con el agua al cuello; subidos a los techos, a escaleras y muebles, discapacitados, abuelos al cuidado de sus nietos, transeúntes alojados en casa de desconocidos solidarios, esperaban el pico de la crecida en plena madrugada.
Entre los puntos en los que mayor altura alcanzó el agua, se contaron 530 entre 11 y 12, 17 entre 44 y 45, 94 y 129, 26 y 34, 36 y 24, 488 y 23, 29 y 76, 54 entre 20 y 21, 121 y 75, 18 entre 47 y 48, 67 entre 27 y 28, 10 entre 605 y 606 y 127 bis entre 16 y 17.

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