Servicio Meteorológico Nacional - Coronel Suárez.
   

Orgullo de la Armada y un pedazo de la historia argentina.

Fue el buque que lideró el desembarco del 2 de abril de 1982.
Combatió en las Malvinas y hoy se hunde en el abandono.

El que se está hundiendo en la Base Naval de Puerto Belgrano es un barco que forma parte de la historia argentina. El destructor Santísima Trinidad fue orgullo de la Armada a comienzos de los años ochenta. Con su gemelo Hércules dotaban a la entonces poderosa Flota de Mar de cobertura antiaérea de vanguardia. La marina británica también mostraba altiva sus buques clase 42, iguales en diseño, armamento y tecnología a las dos naves argentinas, como el Sheffield. Sus caminos se cruzarían en el Atlántico Sur.
La fuerza de ataque que en marzo de 1982 se dirigió a las islas Malvinas estaba encabezada por el Santísima Trinidad. Fue el buque insignia en el desembarco del 2 de abril.
En su puesto de mando se llevó a cabo la reunión decisiva antes de hacer pie en Puerto Argentino. Ayer se fue a pique frente al desinterés de las autoridades.
De allí partió el capitán de corbeta Pedro Giachino y sus buzos tácticos la noche del 1° de abril. El movimiento de los botes de goma hacia tierra fue tan silencioso como la caída final de la nave que los transportó.
Apenas meses antes ese buque había visitado la base de Portsmouth , el asentamiento principal de la marina británica. Fue el viaje de entrada en servicio, cuando ambas armadas se conocían tanto como para confiar el intercambio de conocimientos. Para la Santísima Trinidad era un periplo demorado. Debía haber sido colocada antes en la defensa antiárea de la Flota de Mar. Pero su construcción fue demorada. Por un golpe de mano de un grupo comando de Montoneros. La historia del destructor Santísima Trinidad empezó sin llegar al agua.
En el Astillero de Río Santiago se esperaba al armado del Santísima Trinidad como punto de despegue de la construcción naval argentina. Se contaba con el permiso británico para copiar el modelo de destructor misilístico clase 42. Se trabajaba el buque para convertirlo en un hito de la industria naval local. A las 4.10 del 22 de agosto de 1975, una explosión conmocionó al astillero, y a la Armada.
Un pequeño grupo de buzos tácticos de Montoneros logró infiltrarse en Río Santiago. El destructor Santísima Trinidad estaba amarrado en un muelle. No sabían en ese momento que se había fijado en su caso una mina naval. Los daños fueron considerables y demoraron varios años la finalización del buque. El comando montonero cayó en una de las redadas de los marinos. Fue reconvertido en una unidad especial mixta. Fue el grupo que intentó en 1982 atacar buques británicos en la base de Gilbraltar. Ésa es otra historia, aunque atrae de nuevo a Malvinas hacia el Santísima Trinidad.
El 28 de marzo de 1982 zarpó desde Puerto Belgrano, de un muelle cercano al que ahora parece ser su destino final. A bordo ubicaron sus estados mayores el almirante Walter Allara, jefe de la fuerza anfibia de desembarco, y el general Osvaldo García, a cargo del V Cuerpo del Ejército. El almirante Carlos Büsser, jefe de la Infantería de Marina y diseñador del plan de ataque, navegaba en el transporte Cabo San Antonio, pero fue a bordo del Santísima Trinidad donde se lanzó la oleada inicial de comandos.
Su destino no fue un museo. Quedó amarrado junto a otros buques inactivos. En espera desde 1989. Alguna vez aguardó ver recuperado su poder naval. Pero perdió la partida contra su hermano Hércules. El bloqueo británico a repuestos golpeó duro a los clase 42. Uno se comió al otro para sobrevivir. El Santísima Trinidad quedó vacío. Sin tripulación, sin nada que pudiese ser usado. Esperó el final.
Este año el Gobierno habló de crear un museo sobre la guerra de las islas Malvinas. El lugar elegido, la ESMA. Difícil sería colocar allí un barco en exposición. Tan complicado quizá como el avance real de ese museo anunciado. A 30 años del conflicto, no existe un predio que recuerde esa lucha. Tampoco la Armada guardó un lugar destacado para ese navío. Y el desenlace puede vincularse con la caída en desgracia del portaaviones 25 de Mayo, hundido como chatarra.
Es probable que alguna parte del Santísima Trinidad forme finalmente parte de algún museo. El buque quedó ayer en una posición irrecuperable. Si no llegó al fondo, sólo fue porque en ese lugar la profundidad es mínima. De todas maneras, los trabajos futuros no apuntarán a ponerlo a flote nuevamente, sino a quitar los restos. No habrá fiesta de regreso.
Fuente: La Nacion.

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