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La Virgen María, José, el niño Dios y una bella presencia de ángeles formaron parte del pesebre.

“Bendita tú eres entre todas las mujeres” le dijo su prima Isabel a María, cuando esta llegó a su casa de visita, habiéndose ya producido el milagro de la concepción del hijo de Dios en su vientre.

La pobreza de haber nacido en un pesebre en la ciudad de Belén, con casi nada de riquezas materiales fue el símbolo –para quienes creen- que Jesús se constituía en una promesa de AMOR para todos, pero especialmente para los que menos tienen, los más desprotegidos.
Los diferentes pasajes de la escenificación del pesebre en Pueblo San José –y en realidad en cada uno de los lugares que se produjeron, más o menos a la misma hora- emocionaron a todos, aún a las almas más descreídas.
Y los niños, que en cada lugar ocuparon los primeros lugares de los predios en los que se convocó a las familias, no dejaban de volver hacia sus padres para preguntar diferentes cuestiones que se les presentaban relacionadas con la escenificación que estaba teniendo lugar. Buscaban la explicación lógica a lo que se estaba representando, y de la convicción de los padres, dependía aumentar la magia de lo que se estaba recordando: un hecho que sucedió hace poco más de 2000 años atrás, y que vuelve a producirse cada año en los corazones de quienes tienen Fe.
En pueblo San José, para cuando el relato terminó, la magia de la Navidad se había extendido hacia todos los presentes.