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Maestra de alma, mujer de conceptos implacables, abuela amorosa, un personaje de este Coronel Suárez actual.
Una apasionada en todo lo que emprende.

Maestra de muchos años, ahora jubilada, Margarita no deja lugar a dudas que fue una docente con mucha personalidad para plantarse en el aula, con una seguridad plena de la tarea que le tocaba desarrollar para promover en sus alumnos el conocimiento (aún de las matemáticas, que era lo que menos le gustaba) y quien supo dejar su marca en las escuelas en las que estuvo, entre ellas 15 años en la Escuela Nº 7 y 10 años como Directora de la Escuela Nº 4 de Pueblo Santa María.
Como siempre es una apasionada por la lectura, como también lo es para volcar en el papel lo que piensa y lo que siente.
También le gusta pintar, pero el cuidado de tres nietos, que ha pasado a ser una de las cosas que hace con pasión y por puro gusto, le insume todo el tiempo.
Cuando uno le pregunta qué siente al pintar o al escribir, no duda en decir que “no lo hago por terapia, lo hago por placer. ¿Por qué a la gente le cuesta entender que en la vejez también seguimos haciendo cosas por placer y no porque necesitamos terapia porque estamos solos o enfermos?”.
De una memoria a prueba de años, hace un tiempo atrás, Margarita, estando en el Comité Radical, vio llegar a una persona que al mirarlo a los ojos le resultó conocida: había sido uno de sus primeros alumnos de Cascada, siendo docente recién recibida.
El ahora hombre la reconoció, la saludó y le dio un abrazo fuerte: “es que las miradas no cambian, es lo que se mantiene con los años”, explica.
Prefiere no hablar de política, “porque no hay nada que me enoja más que los políticos, que cometen tantos destrozos; entonces, para qué entrar en detalles. Yo ya tengo mi vida realizada. A veces pienso en los chicos jóvenes, cuando están tan rebeldes y dicen que no pueden alcanzar tal o cual cosa, quiero decirles que tampoco nosotros en nuestra época pudimos lograr todo lo que queríamos. Pero uno tiene que saber equilibrar: yo tampoco alcancé todo lo que quería, pero no me amargo por eso”, consideró esta docente “Inmensa”.
Margarita se despidió con una reflexión: “pongo en la balanza otras cosas que obtuve que ni siquiera las pensé. ¿Vos pensas que yo alguna vez creí que iba a llegar a abuela? Jamás, y es una de las cosas más lindas que hay. Un poema, que no recuerdo si es de Rubén Darío o de Amado Nervo, dice: ‘Muy cerca de mi ocaso yo te bendigo, vida’, es como si lo hubiera escrito yo”.