Servicio Meteorológico Nacional - Coronel Suárez.
   
Agrupación “Octubres Coronel Suárez”.

A 60 años de su muerte, Evita trasciende como ícono político.
7 de mayo de 1919 - 26 de julio de 1952.
A 60 años de la desaparición física de la compañera María Eva Duarte de Perón.

Evita fue un símbolo después de su muerte, es indudable, pero ya lo era en vida. Evita simbolizaba el perfil más revolucionario de ese movimiento que emergió de las entrañas mismas de la Argentina durante la primera mitad de la década de los ´40. Evita era esa revolución. Evita era la Revolución.
Sin embargo, no se trataba de una revolución de manual, como la que sostenía esa izquierda cómplice de los poderosos y aliada del imperialismo. Evita era la Revolución real del pueblo real. El amor desmedido que le profesaban los humildes de la Patria y el odio, igual de desmedido, que le profesaban los dueños de la Argentina colonial y futuros genocidas, son una muestra cabal de ello. Esa oposición irreductible entre el amor de los humildes y el odio de los poderosos encontró en Evita su expresión más acabada.
"¡Viva el cáncer!, escribió alguna mano enemiga en un muro de Buenos Aires. La odiaban, la odian los bien comidos: por pobre, por mujer, por insolente. Ella los desafía hablando y los ofendía viviendo. Nacida para sirvienta, o a lo sumo para actriz de melodramas baratos. Evita se había salido de su lugar. La querían, la quieren los malqueridos; por su boca ellos decían y maldecían. Además Evita era el hada rubia que abrazaba al leproso y al haraposo y daba paz al desesperado, el incesante manantial que prodigaba empleos y colchones, zapatos y máquinas de coser, dentaduras postizas, ajuares de novia. Los míseros recibían estas caridades desde al lado, no desde arriba, aunque Evita luciera joyas despampanantes y en pleno verano ostentara abrigos de visón. No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina. Ante el cuerpo de Evita, rodeado de claveles blancos desfila el pueblo llorando. Día tras día, noche tras noche, la hilera de antorchas: una caravana de dos semanas de largo. Suspiran aliviados los usureros, los mercaderes, los señores de la tierra. Muerta Evita, el presidente Perón es un cuchillo sin filo."
[Eduardo Galeano, Memorias del Fuego, México, Siglo XXI, 1990]
Hoy, la arrolladora llama de Evita continua ardiendo de manera incandescente. Su nombre es una guía perpetua en el camino de la reconstrucción de la Patria Justa Libre y Soberana. Evita pervive en la buena dirigencia y en la militancia del movimiento nacional-popular como inspiración, fuerza moral y mirada rectora.
Porque la honramos decimos que “no participar en política es renunciar a la lucha, y renunciar a la lucha es renunciar a la vida, porque la vida es lucha”, y ella de esto sabía bastante.

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