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Una calida despedida para una docente llena de ternura y con profunda vocación.
Marita Güidale.
“La vida laboral no es una carga, sino un camino de crecimiento si la tarea se desarrolla en un ambiente de compromiso y compañerismo”.
Se reiteraron las muestras de afecto y cariño de la comunidad educativa, compañeras de trabajo, otras docentes jubiladas, todos unidos para regalarle a Marita una despedida que seguramente será inolvidable.

El viernes en las ultimas horas de la tarde el Jardín de infantes Nº 902 “Juana Manso” del Pueblo Santa Trinidad presentaba sus mejores galas y corrían los niños con sus diminutos guardapolvos mientras las docentes, con todo el amor que son capaces de demostrar, daban los detalles finales para un acto que no seria una ceremonia más, sino que se trataba de la despedida a una querida docente.
Marita Güidale, una mujer que demostró a diario su calidad de persona a través de sus palabras, acciones, gestos y sonrisas, dejando huellas imborrables en la memoria de cada integrante de la comunidad educativa.
Concluyó una etapa que va a quedar guardada en su memoria y para ello todas las señoritas y padres del Jardín Nº 902 prepararon un acto donde hubo recuerdos, emociones, canciones, alegrías y también la tristeza por la despedida, llegando al final de una historia que la tuvo como protagonista a una gran maestra jardinera de alma, llevando adelante con dulzura inmensa la gran tarea de educar.
Sus compañeras de trabajo le expresaron que tenga siempre presente que las puertas del Jardín estarán siempre abiertas esperándola y que mucho la van a extrañar.
Fue la Directora Mónica Ferreyra la encargada de dar la bienvenida y proceder a leer el primer y el último informe escrito en el cuaderno de actuación de esta gran docente.
La maestra y amiga Mabel Vega pronunció sentidas palabras también y posteriormente Cecilia y Celia entregaron un presente en nombre de todo el personal del Jardín Nº 902.
Fue muy emotivo el momento en que sus hijas le tributaron palabras llenas de amor y sus familiares le entregaron un ramo de flores, la Cooperadora un recordatorio y luego Cristina Fernández, compañera de la pandilla “Jardilin”, leyó una hermosa pesia.
Desde luego que no faltaron un grupo de colegas, ex compañeras, familiares y amigos quienes compartieron un dvd donde pudo verse parte de la historia de Marita, quien se despidió señalando que “desde que deje el Jardín hace un mes atrás he reflexionado acerca de mi historia laboral y quiero contarles lo que significó esta tarea que elegí. Para mi el trabajo fue un permanente desafío que tiene su costado placentero, como es recibir todo el afecto y la espontaneidad de los chicos y ver sus progresos, y también otras cuestiones que no son tan agradables porque cuesta resolverlas, pero nos permiten crecer”.
Mas adelante Marita, con la dulzura que la caracteriza, reafirmó que “si a esta tarea uno la desarrolla en un ambiente de compromiso y compañerismo la vida laboral no es una carga sino un camino de crecimiento como docente y como persona”.
Y después llegaron los agradecimientos, donde en primer lugar le dio gracias a sus padres, porque en una época y un lugar (se refería a la zona rural donde nació, los Güidale siempre en la zona de El Hinojo, donde pocos podían acceder al Secundario) permitieron y la estimularon para continuar los estudios superiores.
En sus palabras estuvieron presentes su hermana, su familia, Armando, su compañero, sus hijas, los amigos y recordó los comienzos en la Escuela Nº 35 La Uruguaya, donde hizo la Primaria; se acordó de Clely Cárdenas de López, su maestra durante todo ese periodo, luego el Colegio San José, el profesorado, su carrera docente iniciada en Bahía Blanca, después en Córdoba, hasta finalizar en los Pueblos Alemanes, primero Santa Maria, luego en el 910 y concluir de esta manera en el Jardín Nº 902 del Pueblo Santa Trinidad.
Dejó en el final un cariño grande para todos sus alumnos, quienes le enseñaron compartiendo momentos de juegos en la magia de un cuento, en los desafíos con las palabras, los números, los lápices, las pinturas, la masa y hasta el barro, y todos los mimos, abrazos, sonrisas recibidos que guarda en su inmenso corazón.
Aplausos de todos para la emoción inmensa de Marita, donde en una tarde de invierno se transformó en una gran y calurosa despedida para quien durante tantos años supo cosechar tantos afectos.
También hay que destacar su actuación gremial, por lo cual los dirigentes del SUTEBA compartieron esta hermosa despedida.