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Hace unos años se le hizo a María Rosa Lora una cálida y más que merecida despedida de la función docente en la Escuela Nº 7, que había sido su segunda casa durante muchos años en el ejercicio de la labor docente.

Por eso sorprende abrir la puerta de una escuela, en este caso la Primaria Nº 4 de Pueblo Santa Maria, y ver a esta querida maestra vistiendo otra vez el guardapolvo blanco, caminando por los pasillos y por las aulas, en obvia muestra que está en actividad; y lo que es mejor, encontrarla alegre, con la sonrisa amplia, disfrutando verdaderamente de la tarea que está realizando.
Sin duda vistiendo el guardapolvo, entre tizas, pizarrón, cuadernos para corregir y niños revoloteando a su alrededor, llamándola como desde siempre “seño”, es donde más cómoda se siente, donde mejor está.
Es que esta maestra por vocación, que ejerció su tarea durante 38 años corridos hasta que se jubiló hace unos años atrás, siempre estuvo convencida que eso era lo que le gustaba y de hecho no la cansaron los niños ni menguaron sus ganas de ser maestra las dificultades en el proceso de aprendizaje que los alumnos presentaban. La agotó el sistema, los cambios de política educativa y las idas y vueltas que bajaban en directivas hacia el accionar docente.
Todo lo demás lo ha disfrutado y lo sigue haciendo siempre, por eso no tiene problema en cada vez que la convocan desde el listado de emergencia para jubiladas a cubrir algunos días el cargo de algún docente que ha pedido licencia, en volver a desarrugar el guardapolvo colgado en la percha, ponérselo y llegar con el entusiasmo del primer día para el desempeño de la tarea.
Al preguntarle qué le aconseja a las docentes nuevas, las que están recién comenzando la labor o están a punto de recibirse, no deja de repetir que “si realmente les gusta ser maestras que le metan para adelante, que nada las detenga, porque una tarea que se lleva a cabo con convicción siempre obtiene buenos resultados, a la corta o a la larga”.
María Rosa Lora, DOCENTE, así como está escrito: con mayúsculas.