Servicio Meteorológico Nacional - Coronel Suárez.
   
Ayer fue el Día de los Jardines de Infantes.

Visitamos el Jardín Nº 909 y hablamos con una docente pura vocación.

La conmemoración, cada 28 de mayo, recuerda a la destacada docente Rosario Vera Peñaloza, fundadora del primer jardín de infantes y quien llegó a ocupar los cargos de Inspectora en los niveles secundario, normal y especial.
Por eso el día de ayer fue especial en todos los jardines de infantes: se celebró el Día de los Jardines y de la Maestra Jardinera, esos seres especiales que cada jornada reciben a los niños con un beso y un abrazo, los invitan a jugar, les cantan canciones y les gestan procesos de aprendizaje para que alcancen pleno desarrollo.
Las seños del jardín saben los secretos para no perder la paciencia ante el llanto más pertinaz; le ponen la más grande de las sonrisas a las ocurrencias más extrañas de los niños; logran el orden a pesar del aparente desorden; cuando hay muchas voces juntas logran que aprendan a respetarse unos a otros a través de una canción y pueden atender felices a veinte o treinta niños de la misma edad con una maestría que causa el asombro de cada mamá, que en su casa le cuesta lograr que ordenen, jueguen sin pelearse o se respeten entre hermanos.
Miriam Samek es maestra jardinera desde hace unos años, la encontramos con sus nenes de dos años en el Jardín Nº 909 de la Avenida Sixto Rodríguez.
“Desde siempre quise desarrollar esta tarea, que me permite jugar con los chicos y aprender tantas cosas que ellos nos enseñan, que no me arrepiento para nada y el día a día lo vuelvo a elegir”.
Agrega que “uno no quiere decir que es el reemplazo de las madres, porque no los somos, pero pasamos tanto tiempo con ellos, nos piden upa, el abrazo, el consuelo ante una caída o cuando les han quitado un juguete; nos buscan con tanta emoción que nos parece que un poquito tenemos ese espacio de ser algo parecido a una mamá. Somos el apoyo para la familia en este proceso de aprender”.
“Cuando los despedimos a fin de año se nos pianta un lagrimón, porque vemos el cambio que en ellos surge, el que hemos estado registrando y conduciendo en el día a día. Ya ahora, a pocos meses del inicio de clase, es un gusto sentarse a pensar y a registrar los cambios que han tenido. Los padres también lo observan: es anormal que un niño no haga un puchero cuando en los primeros días las mamás los dejan en la puerta del jardincito; cuando ya para abril estaban geniales, venían contentos, se habían acabado los llantos al ingreso. El jardín les hace bien a los chicos, ayuda a las familias. Somos una continuidad, un apoyo de la familia, somos el ámbito donde hacen el primer despegue y estamos para trabajar en forma conjunta con los padres por el bien de sus hijos”.

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