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Hace muchos años que trabaja en el Servicio Penitenciario Bonaerense y en el pasado también algunos en el Sistema Federal de Cárceles.
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Ha estado en penales con presos de extra peligrosidad y también en otros que son de mediana complejidad.
Desde hace 6 años que eligió trabajar solamente en la Unidad Penitenciaria Nº 19 con asiento en Saavedra, “una cárcel que es modelo en el país, que no tiene muros de concreto sino una cerca de alambre que delimita el perímetro donde está ubicada”, califica la profesional consultada.
Cuenta que la guardia que cumple en el lugar los días miércoles y por espacio de 24 horas, en el área de Sanidad de la Unidad Penitenciaria, tiene la rutina diaria de recorrer primero aquellos pabellones donde hay internos que están aislados y no pueden salir del lugar asignado y luego recibe, en el consultorio que hay dispuesto a tal fin, a los presos que llegan acompañados de un guardia.
Por supuesto que hay cosas que ha aprendido con los años y con la formación que hizo en el Servicio Penitenciario: “nunca hay que darle la espalda a un recluso, hay que insistir en guardar las formas de respeto, más otros detalles que hacen al cuidado en el momento de la atención”.
Y ha cosechado muchas anécdotas y conoció muchas historias de vida a lo largo de todos los años que lleva trabajando en el sistema: “cada miércoles llega al consultorio un interno que tiene alrededor de 70 años y que está a menos de un mes de dejar la cárcel para quedar en libertad, luego de más de 40 años en total dentro de diferentes penales en el país, y yo ya sé que llega con ganas de conversar, de ser escuchado, para expresar el miedo que le da la libertad que tiene tan próxima”.
“Hay gente que se va del lugar llevando en una valija cosas que le han regalado los otros internos. Hay quienes se van con lo puesto, porque antes de irse le regalan todo lo poco que tienen a quienes se siguen quedando dentro del penal, a la espera de terminar sus condenas” expresa la profesional consultada, quien agrega que “otros se van sabiendo que dentro de poco o mucho –según la suerte- van a volver, porque no saben hacer otra cosa que robar”.
Pero también están los que han aprendido que se puede vivir de otra manera y esperan no tener que regresar nunca.
La Dra. Fabiana Hall expresa luego que “quienes vamos y venimos, cumpliendo nuestra tarea, lo que aprendemos mejor cada día es el valor de la libertad: disponer de nuestras horas, nuestros días, nuestros horarios, aún cumpliendo con nuestras obligaciones. Valoramos mejor nuestro refugio en el mundo que es nuestra casa, nuestro hogar, con nuestras familias”.