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Iconoclasta.
Por Eduardo Landera.
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Es el nombre que se le da a quien destruye monumentos.
La Argentina tiene su historia. Algunos dicen que es breve, otros que no tanto, porque muchas de las actuales naciones europeas, es decir su actual organización política, es más nueva que la nuestra. Sin embargo, todos los países del mundo conservan sus monumentos. Hasta la Unión Soviética mantuvo los monumentos de sus zares.
La historia de una nación, los hechos que la configuraron, forman parte de su propia personalidad. No se pueden borrar. Ahí están en el pasado.
La decisión de arrancar el monumento que se plantara en recordación de la Campaña del Desierto, para poner otro de Eva Perón, no es más que un gesto de intolerancia y prepotencia, cargado de esta ideología del indigenismo que se viene sembrando.
Para poder aceptar esto, como pasa con tantas atrocidades que venimos oyendo, hace falta sobre todo sembrar la ignorancia sobre el pasado y crear una historia nueva, que, como la de Felipe Piña, sostiene que la Historia Argentina se inscribe en el marco de la lucha de clases. Esto es la distorsión llevada al extremismo. Para eso hay que inventar también otros “explotados por las clases superiores”, como los indios que cuatrereaban en nuestras pampas hasta casi fines del siglo XIX, mezclados con gauchos alzados, renegados contra la autoridad, matreros y bandidos de toda clase. Esa lacra asoló nuestras pampas matando, robando y esclavizando a hombres y mujeres argentinas.
No permitían trabajar a los colonos extranjeros y criollos que se aventuraban en la pampa inmensa. Llegaron a principios del siglo XIX, cuando ya hacía más de trescientos años de la llegada de los españoles y masacraron y esclavizaron a las tribus locales. Nunca pensaron en su territorio, sólo lo hacían para saquear porque su condición de “cazadores y recolectores” se modificó en cazadores de ganado ajeno que se negociaba en consignatarios de hacienda chilenos y recolectores de bienes y personas para vender como esclavos a otras tribus. Calfucurá llegó a hablar del origen divino de su reinado y de su hijo como príncipe heredero. El cacique llamado “Cayuman” que maloqueaba en esta zona de la Pcia. Era en Chile Don Pedro Palacios, hacendado y además Juez. Esto no daba para más.
La nación, constituida en uno de los gobiernos más prósperos que tuvimos, a cargo de Nicolás Avellaneda, ordenó poner fin a todo el estado de salvajismo, crimen e inseguridad que se vivía en el interior del país. Que estaba codiciado por Chile que siempre había sostenido que la Patagonia le pertenecía y que era ocupada por tribus nómades muy belicosas que no se sometían a la Ley nacional. Ese fue el fundamento de la Campaña del Desierto, que garantizó para la soberanía Argentina todo el sur de nuestro país. Y eso significa el monumento que recuerda su centenario. En su momento la Nación toda le reconoció su mérito. No tienen derecho a hacer esto.
Si creen que sacándolo para poner ahí el de Eva Perón, que pudo tener cualquier otro lugar en la ciudad, incluso más privilegiado que ese si querían, va a hacer olvidar la gesta de la Campaña del Desierto y la figura de su Héroe, el General Julio A. Roca, están muy equivocados. No importa, todo pasa, ya lo levantaremos otra vez en otro lado. No vamos a hacer lo mismo que estos, espero, sería otro papelón.
Dr. Eduardo O. Landera.