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La ciudad de los niños lectores despide a Luisa Braganza.

Nos hizo pensar, reflexionar, nos contagió su pasión, su diminuta figura fue tan grande que hasta nos preparó para la despedida.
“Tengo el ala dormida y dormido el ojo. No puedo volar ni ver. Las plumas y las pestañas me pesan tanto que mis hombros decaen.
Diminuye mi estatura y esta bien porque no hace falta tanto cuerpo para albergar tan poca alma”.

Luisa Braganza, se fue navegando con levedad y fulgor de mariposa.
En Coronel Suárez un rayo provocó destrozos en el cielo y la ceguera instantánea del día.
Y salió el viento a cabalgar montañas, se sumergieron los mares en el firmamento y bastó para que el sol se acostara con fiebre para que suspendieran su marcha los relojes.
Que la noche prolongue sus sueños.
Que se abrasen las salamandras como orquídeas.
Y que un rebaño de nubes idolatras se redima con un bautismo para brindarnos un hermoso puente de rosas y que el último molino del horizonte salga volando en su rueda de colores.
Luisa alguna vez nos dijo “si uno no determina las cosas las cosas lo determinan a uno”.

En la primavera de 1982, Luisa Braganza hizo una publicación de alguno de sus versos, de lo que ya por entonces era una prolífica obra de una mujer inquieta, creativa, brillante, que había encontrado en las letras su mejor forma de expresión.
Uno de esos versos es éste:

CONCLUSIÓN
Si uno no determina las cosas, las cosas lo determinan a uno”, dijo y quedó satisfecho.
Había sentenciado.
“Cuando un hombre sentencia es porque piensa; si piensa, está vivo”, filosofó complacido.
“Hace frío, buscaré mi poncho”. A esta altura recordó que tenía un cuerpo débil capaz de
enfriarse por un tiempo… y por todo el tiempo:“Un hombre es capaz de morirse”, pensó y
tuvo miedo de la sorpresiva conclusión.
Entonces se decidió: escribió un libro.

Por ello, cuando un escritor muere, en realidad, no se va del todo, ya que la obra que ha escrito y publicado es capaz de sobrevivirlo por el resto de los años, por todo el tiempo.
De manera que esta escritora suarense no se va del todo, no partirá nunca, ya que cada vez que alguna persona lea alguno de sus versos, de sus cuentos, de su obra, estará permitiendo que vuelva a latir su pensamiento, sus sentimientos, su corazón.
Pero también, esta escritora apasionada, dejó además de su obra una acción inigualable: transmitió desde sus años de profesora de literatura una pasión por la lectura a todos quienes pudo.
Creó la Biblioteca Infantil de Coronel Suárez. Y desde ese lugar, con valijas viajeras que llegaron hasta las escuelas rurales; promocionando el contacto entre escritores y lectores, con talleres de literatura, y con cientos de otras acciones que se le ocurrían a su mente inquieta, convirtió a ésta en La ciudad de los Niños Lectores.
Con su acción desacartonó a las bibliotecarias escolares e inspiró múltiples actividades en las escuelas, en los patios, en las plazas, al aire libre, en un banco cualquiera. Siempre convencida que el mundo se puede conocer en el viaje por un libro.
Quienes fuimos sus contemporáneos tuvimos la suerte de escuchar su voz cascada, ronca, bajita, diciendo con pasión sus propios versos y leyendo la obra de otros escritores. Con una humildad incomparable, promocionó a todos cuantos manifestaron deseos de ser escritores a su vez, sin por ello, imponerles su propio estilo.
Recibió reconocimientos en el ámbito local, premios nacionales e internacionales por su obra.
Y nunca perdió la generosidad extendida hacia quienes se acercaban a su pasión por la lectura.

En una publicación denominada Solo versos, que se imprimió en adhesión al centenario de Coronel Suárez, Luisa Braganza trajo a colación palabra de Quino:
-Qué pasa, Mafalda?, Qué miras?.
-El cielo, Manolito.
-Por qué?, Qué hay?.
-Nada, simplemente que es lindo mirar el cielo.
-Bueno, aparte de ser una manera Azul de perder el tiempo… Qué tiene de lindo?.
Allí escribió: “Estos versos son mi manera Azul de vivir. No me analices. Siente conmigo”.

Gracias, querida Luisa, por enseñarnos, que el cielo y la vida están, y que si queremos podemos verlos Azules, a pesar de todo.
Y hasta cualquier día de estos, cuando, perdidos en la maraña de vivir, volvamos a encontrarte en algunas de tus obras, o en la Biblioteca Infantil, o en la pasión de un niño, un adulto, o un adolescente por la lectura. O en la acción de alguna bibliotecaria de ayer, de hoy y de mañana que se empeñe en transmitir la pasión por los libros.
Ya vez, jamás te irás del todo.

Hay un poema de Luisa Braganza que ha trascendido las fronteras del país, y que circula internacionalmente, en los alrededores de cada 8 de marzo.
Se titula Ser Mujer:

Se puede ser mujer por organismo, sentimientos, vestidos y por fraude.
Se puede ser mujer desde el principio o aprenderlo, quizás, un poco tarde.
Se puede comenzar con las sonrisas sumiendo en seducción al pobre padre o contando los novios a puñados en las salitas del jardín de infantes.
Se puede ser mujer en la primaria recibiendo cartitas con alarde, cambiando poco a poco las muñecas por un peinado con un moño grande o tambien cuando un joven atrevido deja escapar sus ojos por la calle y en respuesta a osadía tan bendita se convierte en pareja, aunque no hable.
Se puede ser mujer cuando se intenta algo más que la unión de soledades; cuando valiente gesto sella almas o aparta un sentimiento irresponsable; cuando otro ser humano nos conmueve y la epidermis clama por su parte.
Se puede ser mujer cuando la vida autoriza a vivir de a dos por talle; cuando el vientre agiganta su volumen y el fruto ya maduro busca cauce, cuando los pechos pródigos esperan ser bocado de amor para un infante o regazo sereno para un hijo cuyas venas no llevan nuestra sangre.
Se puede ser mujer ya casi plena al ser compinche cuando el nieto llame defendiendo con fuerza el rol de abuela para que otra mujer sea toda madre.
Y madurar aun mas, cuando se acepta que las cosas no son como eran antes, que es posible sentir de otra manera, que hay valores que cambian sus lugares.
Que se puede crecer dentro de casa o luchando por las comunidades, con el juicio continuo de los pueblos o el casi anonimato de ciudades.
Y ser mujer por fin, sana y entera, acompañada o sola, como cuadre, haciendo un guiño a las incomprensiones o una pirueta a las dificultades.
Valerosa mujer en despedidas y otros dolores que los años traen, canas, manchas y arrugas condecoran, son el precio de ser, y no un desastre.
He andado estos caminos, casi todos. He sido niña, novia, esposa y madre, abuela, viuda, concubina, amante.
He donado mi vida a la docencia, intenté ser poeta y comerciante.
Me dijeron adiós. También lo dije. Viví alboradas de color radiante.
Pero mujer, mujer pude sentirme con el beso de amor de aquella tarde.

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