Este hombre tiene 71 años, y a pesar de todo lo que ha trabajado, la espalda no está encorvada por el peso del esfuerzo que tuvo que realizar desde los 12 años cuando comenzó a trabajar en el horno de ladrillos de la familia.
“Con mi padre y mis hermanos, más la gente que trabajaba, llegamos a hacer 2 millones de ladrillos por año, por lo cual buena parte de las casas que hay en Coronel Suárez, y también en las colonias, tienen ladrillos realizados artesanalmente por nosotros”.
“Con mi hermano nos ocupábamos de repartir los ladrillos en carro. Sabíamos ir hasta Piñeyro, en años en que no se usaban los guantes, de manera que para soportar el frío nos poníamos medias en las manos. En el horno de ladrillo, todos los trabajos son pesados: si no estás cargando el carro, y bajando después los ladrillos en los terrenos para hacer las viviendas, estábamos trabajando en el barro, o en la tierra seca. Y a veces, cuando a la noche había viento y después lluvia, había que levantarse para asegurarse que las pilas de ladrillos sin cocinar, no estuvieran destapadas, porque entonces se redondeaban las puntas y no servían para las construcciones de ladrillo a la vista”.
“Los sábados sabíamos terminar a las 7:00 de la tarde de trabajar, pero cuando éramos jóvenes eso no impedía que igual fuéramos a los bailes de los clubes o a las fiestas familiares a divertirnos hasta las 4 ó 5 de la mañana”.
Juan De Bernardi, es un buen hombre, hombre de trabajo, y además incesante colaborador de las instituciones de Pueblo Santa Trinidad, en el que nació y vio crecer cada día más.