“En esos primeros años no escribíamos ni con lápiz, ni con tinta. Usábamos una especie de tiza grande, que podíamos borrar con el codo. Tardaron algunos años en que llegara el lápiz de escribir y la goma de borrar. Yo era muy chico, y travieso, como todos a esa edad, y había una monja, muy recta y exigente, que nos enseñaba la importancia de estar con las manos limpias al momento de entrar al salón. Como jugábamos al ta-te-ti en la tierra, muchas veces las manos y las uñas estaban sucias”.
En una apasionante charla que irradiaremos el sábado a las 9:00 de la mañana, Don Salomón nos cuenta: “Nos hacían extender la mano, teniendo una ramita, para golpear nuestras palmas, si estábamos sucios. Dolía y no nos gustaba, pero era la manera que tenía la hermana religiosa de enseñarnos la importancia de la higiene”.
“En aquellos años, era una vergüenza para la familia que uno trajera una notita de las monjas haciendo un llamado de atención, y se hablaba entre las familias si uno se había portado mal. Eso nos enseñaba a respetar a los mayores, o no faltar el respeto, y a hacer caso. Mucho ha cambiado todo, y si bien uno tiene que modernizarse siempre para adaptarse a los nuevos tiempos, en realidad veo cuanto ha cambiado todo. Pero yo estoy hablando de cómo eran las cosas en el año 1918, 1919, y ahora, estamos en el 2009. Muchos cambios, también en la colonia”.
95 Años y una lucidez asombrosa, para un hombre y un apellido que es historia desde el Pueblo San José para todo el Distrito.