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“Con mi trabajo en el Hogar siento que estoy en el lugar que más me gusta”.
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Recorre cada mañana las diferentes dependencias del Hogar de Ancianos en el que trabaja desde hace 8 años. Saluda a cada abuelo y abuela por su nombre, les hace una broma a la pasada y recibe con risas las que le hacen los internos del lugar.
Laura Palacio tiene todo el aspecto de ser una persona dura, de carácter, pero se emociona fácilmente cuando se le pregunta sobre su trabajo y sobre cada adulto mayor que cuida en el Hogar.
“Yo siempre digo que soy una agradecida a Dios, que me puso en este lugar. Lo que brindan los abuelos no tiene precio. Sobre todas las cosas tienen amor, cariño, agradecimiento. De solo conocer como sufrieron, como vivieron, como pasaron y superaron diversas situaciones nos dan un ejemplo; muchas veces nosotros nos quejamos y no hemos sorteado ni una mínima parte de sus problemas. Y tomar contacto con ellos, con sus historias de vida, lo que permite es que nos nutramos de todo lo que tienen para dar y enseñar. Si bien me llevo bien con todos, con algunos uno tiene más afinidad que con otros. Por eso cuando el abuelo se enferma y fallece pasamos algunos días con mucho dolor”.
Y para finalizar agrega: “el afecto que ellos necesitan de toda la familia es fundamental. Todos vamos a llegar a viejos y nos tenemos que ir preparando para una buena vejez. Nuestros abuelos no son descartables porque se hicieron viejos, al contrario, ellos generaron mucho en su vida, entonces es hora que nosotros, desde la familia, los amigos y en las instituciones como el Hogar, tratemos de darles un poquito de lo mucho que ellos brindaron durante su vida activa”.