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Un digno homenaje para un gran autor y director de teatro de Coronel Suárez.
Una figura inolvidable de la Asociación Artística Bambalinas.
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El sábado pasado, cuando cayó el telón después de la maravillosa puesta en escena del musical Tarzán, que dirigió Claudio Dietrich con un gran elenco de actores y bailarines y un despliegue excepcional, la Asociación Española de Socorros Mutuos llevó a cabo un sencillo pero significativo acto.
El mismo tenía como finalidad imponer el nombre de don Agustín Andrés al escenario de la sala del Teatro Cervantes, en homenaje a quien fuera impulsor y principal motivador de la Asociación Artística Bambalinas, quien en otras épocas supo conquistarse el reconocimiento del público con la puesta en escena de inolvidables obras teatrales.
Don Agustín fue director, creador y guionista y su personalidad sobresalió en aquellos años donde la gente se volcaba masivamente a presenciar sus obras.
La ceremonia contó con la participación de sus descendientes y fue el Presidente de la entidad, Miguel Fernández, quien dejó descubierta una placa con la cual queda inmortalizado el nombre del escenario junto a integrantes de la familia Andrés.
Compartió la ceremonia Carlitos Paolorosi, hoy integrante de la Asociación Española y uno de los recordados galanes de la compañía teatral que dirigiera Don Agustín Andrés, haciendo una síntesis del significado del acto que se llevo a cabo con todo el elenco que presento con tanto éxito el musical Tarzan.
Se leyó una breve semblanza biográfica, especialmente para refrescar la memoria y también para llegar a los más jóvenes, en lo que se refiere al significado profundo que tuvo Agustín Andrés para el mundo del teatro suarense.
Celina Sauer de Andrés, Adriana Andrés y otros familiares vivieron la emoción del momento cerrando así una noche donde la magia de las tablas encontraron una doble similitud en la pasión al abrazar una faceta sensible del mundo del espectáculo con un talento innato, como había señalado Miguel Fernández, al rescatar las figuras de Agustín Andrés y de Claudio Dietrich, trazando un paralelismo, entre el pasado y presente, enlazados en la vocación.