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El silencio a la hora de escuchar sentencia.
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Los familiares de la victima, en el Juicio donde Raúl Peña fue condenado a la pena máxima que establece el Código Penal Nacional de 35 años, escucharon silenciosamente los argumentos que utilizaron los Jueces para decretar la prisión perpetua y reclusión por tiempo indeterminado.
Los pocos allegados a Maria Cristina Hubert, tomados de la mano, con lagrimas en los ojos y con un sabor amargo por todo el calvario que durante años debieron soportar, presenciaron el momento concluyente del Juicio Oral y Publico.
Una escena conmovedora y después que Peña fue sacado de la sala de audiencias, con la custodia policial y con las esposas colocadas, no hubo ni abucheos ni insultos, dando la pauta de la conformidad por la pena impuesta, mientras la figura del condenado se perdía severamente custodiado por los pasillos del imponente edificio de la calle Estomba, en la ciudad de Bahía Blanca.
El puño apretado y el movimiento ascendente y descendente de su brazo derecho graficaban más que satisfacción. Ese instante, fue nada menos que un punto de inflexión en su vida.
Aunque suene a paradoja, una de las hijas de Raúl Peña, presente ayer en la sala de audiencias, evidenció alivio al escuchar de voz del secretario del Tribunal en lo Criminal Nº 1, que su padre pasará prácticamente el resto de su vida entre rejas.
Es que la pena de reclusión perpetua, con más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado, fue impuesta al hombre que desfiguró a golpes, hasta la muerte, a su madre, la mañana del 16 de abril de 2009, en la vivienda de Junín 4775, de Pueblo San José, partido de Coronel Suárez, y en presencia de uno de sus cinco hermanos, que en ese momento tenía 14 años.
Tanto ella, como su tía --hermana de la víctima-- y otros familiares, se retiraron en silencio del Palacio de Justicia local, aunque con gestos de haber superado el capítulo más importante de la pesadilla que padecieron.