Ratifican que el crimen se podría haber evitado.
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Según las hijas de María Hubert, dos días antes del hecho, el hombre --que tenía prohibido acercarse al hogar-- la golpeó y la amenazó en otro sitio.
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No sólo el estupor, el drama y la conmoción giran en torno del caso de la muerte a golpes de María Cristina Hubert (39), por parte de su marido, Raúl Peña (45).
Ayer, en la segunda jornada del juicio oral que se le sigue al hombre --por el homicidio y el abuso sexual reiterado a dos menores en Pueblo San José, partido de Coronel Suárez--, volvió a quedar en claro una preocupante realidad: el crimen se podría haber evitado.
Dos hijas de la víctima y del acusado, que ahora cuentan con 20 y 21 años de edad, ratificaron ayer que su padre era "agresivo" y confirmaron que el 14 de abril de 2009, dos días antes del salvaje asesinato cometido en la vivienda de Junín 4775, pactó una cita con Hubert, en la cual la amenazó de muerte y la golpeó, para que retirara los cargos en su contra.
Una de ellas, incluso, acompañó a su madre a denunciar el incidente --sucedido en la vivienda que ocupaba Peña luego de ser excluido de su hogar--, pero la presentación, en sede policial, recién llegó a la Ayudantía Fiscal el día 16, prácticamente al tiempo que la víctima era masacrada a golpes, con una plancha de hierro fundido y un bate de béisbol.
La misma joven, reconoció que la feroz agresión sucedió apenas "dos días" después de que se levantara la custodia fija de la policía sobre la casa, en la cual convivían Hubert y sus seis hijos.
La testigo opinó que su padre sabía que, a la hora del hecho, a excepción de su madre, no iba a haber nadie en el inmueble, sin contar que su hermano menor, que entonces tenía 14 años, se demoró en ir a la escuela por la falta de un profesor y presenció todo.
"En ocasiones era bastante agresivo, física y verbalmente, tanto con ella como con nosotros. Por pavaditas terminaba en una discusión muy grande. Culpaba a mi mamá de no cuidar la diabetes que él tenía", expresó la testigo, en medio de un relato dominado por la angustia.
"Cuando tenía ganas de trabajar, trabajaba; sino, no. No le importaba si los hijos tenían hambre o estaban vestidos", afirmó la joven, que siempre aludió a su padre como "el señor", teniendo en cuenta que el acusado, por decisión mayoritaria del Tribunal en lo Criminal Nº 1, fue retirado de la sala al recibirse los dos testimonios.
La otra hija, Noelia Luján, confirmó que tanto ellas como su madre eran blanco de violencia. "Nos agredía constantemente", sostuvo, para advertir que su padre, en ocasiones, "le tiraba vasos, ollas o una escoba" a la víctima.
La chica también rememoró la pelea conyugal sucedida dos días antes del homicidio, porque el 14 de abril, justamente, es su cumpleaños.
Al traer a colación los dichos de su madre, relató que Peña encerró a Hubert y la amenazó con una cuchilla. Le dijo que la iba a matar y que luego se suicidaría, al tiempo que la mujer, gritando, le recordaba que ese día era el cumpleaños de su hija y él le advertía: "este es el regalo para Noelia".
El marido de la testigo, ratificó ambas exposiciones y reconoció que "sabía que 'iba a arder Troya'", especulando con que "mi suegra o yo éramos candidatos a morir".
Sobre la pelea registrada dos días antes, Almada reconoció que mantuvo una charla con Hubert, en la cual la mujer le comentó que Peña le dijo que "quería cambiar".
"Mejor con él encerrado"
Durante la jornada también se escuchó el relato de las dos jóvenes que habrían sido abusadas por Peña, quienes resultaron concluyentes en sus exposiciones.
Ambas confirmaron los ataques sexuales y señalaron al acusado --pese a no estar presente en la sala en ese momento-- como autor de los hechos, sucedidos durante largo tiempo y en distintas ocasiones.
"Hoy estoy muchísimo mejor con él estando encerrado. Si él se queda hasta el resto de su vida encerrado, estaría tranquilísima, pero, si llega a salir, en una de esas se va a mandar de vuelta", aseveró una de las víctimas, ante los jueces Enrique José Montironi, Mario Lindor Burgos y Hugo Adrián De Rosa.
La misma chica dejó en evidencia que la tortura para alguien que sufre un delito sexual no se ciñe específicamente al tiempo de la agresión.
"Fue mi primera experiencia sexual. Tuve tratamiento con una psicóloga y ahora, antes del juicio, volví a consultarla para recibir apoyo. Hoy en día, cada dos por tres, estoy sola y me pongo a llorar y me deprimo", reconoció.
"El nunca me amenazó, yo sola me callé por miedo o vergüenza", amplió la joven.
Quería declarar, pero finalmente desistió
Una vez finalizada la ronda testimonial, el juez Montironi consultó al defensor oficial Eduardo Zalba, para saber si el acusado iba a declarar, tal como se especulaba.
Sin embargo, en medio de la audiencia se produjo un intercambio de opiniones entre el letrado y su pupilo, porque supuestamente Peña pretendía hablar, pero Zalba le aconsejaba no hacerlo.
"Vamos a quedarnos callados", se le escuchó decir al defensor, aunque el procesado insistía, en medio de una conversación de corte íntimo.
"Me acabo de enterar hoy de esto y hace dos años que lo conozco", también habría dicho el letrado, en referencia a algún dato nuevo que supuestamente aportó en ese momento el detenido.
Pasados algunos minutos, el presidente del tribunal interrumpió la conversación y Zalba reclamó un cuarto intermedio de diez minutos, luego del cual comunicó que su asistido no iba a declarar en el debate, e iba a ejercer su derecho de defensa mediante sus declaraciones de primera instancia.
En aquellas ocasiones, Peña admitió su intervención en el homicidio, aunque negó los abusos sexuales.
El tribunal dispuso después un cuarto intermedio hasta hoy, a las 10, cuando se pronunciarán los alegatos.
"Te vas a pudrir..." Antes de comenzar la segunda jornada del juicio, cuando el público y las partes ya estaban adentro de la sala, se escucharon gritos desde el pasillo, dirigidos a Raúl Peña, quien era conducido por los guardias al recinto. "H... de p..., te vas a pudrir...", le espetó una mujer que, según algunos voceros, sería familiar de la víctima.
Fuente: La Nueva Provincia.

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