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Parroquia Nuestra Señora del Carmen.
Presidió el Cura Párroco Diego Kessler.
Lavatorio de los pies, como testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia.
Esta tarde a las 19 horas desde el Templo hasta el Cristo del Camino el Vía Crucis.
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Ayer, Jueves Santo, se celebró la Última Cena, el Lavatorio de los pies, la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.
Con tal motivo, en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, el marco fue impuesto por una silenciosa multitud de fieles que participaron activamente de la conmemoración, iniciando los días cruciales de esta Semana Santa concluyente y fuertemente gravitante en la vida de los cristianos.
El miércoles pasado, en la Catedral de Bahía Blanca, el Obispo reunió a los Sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagraron los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.
Ayer, Jueves Santo, antes del ofertorio, el Sacerdote celebrante tomó una toalla y una bandeja con agua y lavó los pies de doce varones de nuestra comunidad, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.
El Padre Diego Kessler, Cura Párroco de nuestra comunidad, fue el encargado de llevar a cabo este conmovedor acto de fe y piedad donde la liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció “en la noche en que iban a entregarlo”.
Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.
Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo).
"Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Por eso la Eucaristía se celebró lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera.
Pero la Misa de la víspera estuvo llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.
Para hoy, Viernes Santo, se espera una jornada de duelo, Pasión y Muerte del Señor.
Es una jornada marcada por el momento de la entrega de Jesús hasta su muerte en la cruz, por lo cual la comunidad de Coronel Suárez se reunirá a las 19 horas frente a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, compartiendo el Vía Crucis hasta llegar al Cristo del Camino, en una conmovedora escenificación de la Pasión y Muerte.