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Se trata de Mariana Gabriela Molina, quien a los 17 años le informó a sus padres (su mamá es la enfermera Mary Lastra) que se iba a ir a Buenos Aires a trabajar, no a estudiar.
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Su pelo negro, tez blanca, ojos grandes y luminosos, buena altura y un físico envidiable le dieron el pasaporte al mundo de la moda. Comenzó su carrera de modelo en Argentina y continuó después, a partir de los 23 años, en México, adonde se fue por un contrato de 3 meses que se extendió muchas veces.
Allí conoció a quien es ahora su pareja y definitivamente está decidida a quedarse a vivir en aquel país.
“Siempre me gustó México y me decía que en algún momento iba a viajar para poder conocerlo bien. La posibilidad me llegó antes de lo pensado, con una propuesta de trabajo que no dudé en aceptar”, cuenta Mariana sentada en el comedor de su casa familiar en la calle Brown de Coronel Suárez, mientras su mamá, en la cocina, elabora una comida bien nuestra (pastel de papa) como mimo a la hija que llegó de visita por un mes.
“Comparando ambos países algunas cosas son bien diferentes, como la comida, la forma de vestirse, también los modismos que para hablar se utilizan en uno y otro país. Pero también hay cosas parecidas como por caso el apego a la familia. La gente mexicana es muy amable, acogen muy bien al extranjero y lo hacen sentir como en su casa”, destacó.
A los dos años de estar radicada en ese país, Mariana se llevó a su hermano menor para reducir un poco todo lo que por entonces extrañaba a los suyos. Ahora, tiene la alegría de contar con un sobrino de tres años que es el centro de la vida de todos.
Y mientras desarrolla su empresa de decoración de interiores, lejos ahora del modelaje por decisión propia, incursionando en una actividad que también le gusta mucho, planea la forma de terminar de convencer a sus padres para que vayan a vivir al D.F. (Distrito Federal, México) donde viven ella y su hermano.
Es que las despedidas en cada partida, después de haber disfrutado mucho los reencuentros, se hacen cada vez más duras.