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Hugo Sigman: "El Gobierno tiene que tener la valentía de invertir en cultura en este momento"

El empresario y coleccionista habló con Infobae sobre sus gustos y su formación en el arte y también sobre la muestra argentina en ARCO: “En los momentos de crisis hay que pensar largo y arriesgar”, dijo en Madrid

Está en esta ciudad pero no llegó con la comitiva de empresarios que acompañó al presidente Mauricio Macri en su visita de Estado sino que pasa mucho tiempo en España casi en calidad de local: aquí funcionan también sus negocios y junto con su familia vivieron en este país desde 1976 cuando abandonaron la Argentina, adonde regresaron recién en 1987. Hugo Sigman (1944) es CEO del gigante farmacéutico CHEMO, del Grupo Insud, especialista en innovación y desarrollo y también en materia cultural (son propietarios de la editorial Capital Intelectual y de la edición latinoamericana de Le Monde Diplomatique) y de la productora cinematográfica K&S Filmes (hacedores de la exitosa Relatos salvajes, entre otras películas).
Tanta actividad y producción habla de mucho trabajo y de mucho dinero pero no necesariamente habla de otra actividad en la que también se destaca Sigman, ya que junto con su esposa y socia en los negocios Silvia Gold son dueños de una fabulosa colección de arte en la que conviven obras de artistas argentinos y extranjeros como Kuitca, De la Vega, Distéfano y Anselm Kieffer, y en la que sobresale un hito de la plástica argentina: Desocupados, de Antonio Berni.
Sigman también integra el patronato del Museo Reina Sofía y colaboró con el Museo de Bellas Artes y en calidad de mecenas colaboró varias veces con los envíos argentinos a la Bienal de Venecia. Esta charla se desarrolló tés de por medio, una tarde fría y soleada en un barcito del predio de Ifema en el que tiene lugar ARCO, la famosa feria de arte contemporáneo en la que este año Argentina es estrella privilegiada en su calidad de país invitado de honor y para cuyo envío también hizo aportes el empresario.
—¿Se acuerda de cuál fue la primera obra que compró?
—Sí, una reproducción de Berni, yo era estudiante de medicina y no sabía nada de arte. Entre las primeras obras que compré hay unas litografías y también obras que le compraba a unos tipos que en esos tiempos vendían a los artistas del progresismo y venían a vendértelos a crédito. Me interesaban desde siempre los temas sociales.
—¿Cómo se hace para convencer a los empresarios de que es bueno invertir en arte y en cultura?
—El arte es parte de la cultura, a mí me emociona ver colas en las puertas de los museos, ver a los chicos ahí, ver cómo se estimula a la gente para que se acerque. Más allá del negocio, es fundamental que los artistas tengan espacio porque a medida que el gusto se desarrolla, empezás a querer comprar y entonces si uno compra, el artista puede vender, y es una manera de abonar un poco. Cuando yo era chico, ninguno podía ser jugador de fútbol o tenista, era un descrédito. Hoy los padres acompañan a los chicos al entrenamiento y sueñan con tener un hijo futbolista. ¿El cambio cuál fue? El dinero.
—En su casa no había gran inclinación por la cultura… ¿cómo eran sus padres?
—Mi mamá era ama de casa y mi papa trabajaba en la fábrica de muebles de mi abuelo. Mi madre era bastante lectora, ella sí me ayudó a vincularme con la lectura. El otro día daba una charla ante 45 jóvenes en una universidad de empresaria y yo les decía que las empresas siempre están influidas por los orígenes de los fundadores y por la relación de los fundadores con la gente que trabaja en la empresa. En mi caso influyó mi madre, por empezar, ella quería que fuera médico y fui médico. Un impacto muy grande en mi vida en relación con la cultura fueron mis compañeros de basquet –jugué 12 años- y los de la universidad, adonde entré en 1969. En la universidad es cuando empezás a valorar la cultura, el arte. Por entonces, si no eras más o menos formado no podías integrar ciertos grupos, de modo que eso era un gran estímulo. Tuve la suerte enorme de tener un grupo de amigos que eran gente inquieta, con mentalidad abierta, con inclinaciones intelectuales: Muy pocos eran de familia preparada, el ambiente universitario fomentaba eso en nosotros.
—¿Y cuándo fue la primera vez que dijo: "Estoy comprando arte"?
—Yo empecé a comprar bastante obra cuando vivía en Barcelona, pero ninguno de los autores que compramos entonces fue consagrado, habíamos comprado pintores catalanes, figurativos. Alguna más rural, algunas marinas, mi gusto entonces no era muy sofisticado. Ahora las miro con cariño, las conservo. El cambio grande lo hice cuando conocí a Ruth Benzacar, yo vivía en España todavía, año 84, 85. El primer argentino que tuve fue un Berni, un regalo del papá de mi mujer. Ellos sí estaban algo más vinculados con el arte, compraban arte argentino, iban a remates. Lo primero que compré fue una carita de Berni y entre las primeras obras también había uno de esos caballitos de Castagnino, no era un óleo sino una carbonilla. Ya me había recibido de médico. Hoy cuando miro aquellas primeras obras, te confieso que aunque no tienen valor, me siguen conmoviendo, las quiero mucho. No me arrepiento, me traen muchos recuerdos aunque un experto no les dé valor. No las tengo exhibidas pero las tengo en lugares en donde todavía las veo, cada tanto.
—Menciona cuestiones emotivas: ¿hoy también hay algo de eso en juego hoy cuando compra arte?
—Nunca compro obra que no me gusta. No tengo un asesor; tenemos una curadora que nos ordenó la obra, pero siempre elegimos nosotros. El tipo de obra que más tenemos, un 90%, tiene que ver con la conflictividad social, el cuerpo, la historia del hombre
—¿Cuántas obras son? ¿Qué porcentaje es argentino y qué porcentaje extranjero?
—No sé, son muchas. Deben ser un 50% y 50%.
—¿Alguna vez pensó en hacer como Costantini (el dueño del MALBA) y exhibir su obra al público?
—No. Tengo mucha obra en las oficinas, no sé qué voy a hacer. Lo pensé alguna vez pero es un poquito complejo, por ahora no voy a abrirlo.
—¿Y no pensó aunque sea ofrecerla a la vista del público de paso, como un punto a visitar en la ciudad?
—La oficina está preparada para eso, pero aún no sé qué voy a hacer.
—¿Qué se siente cuando uno tiene ese nivel de obras de arte en su oficina? ¿Qué es lo bueno de tenerlas en el lugar donde trabaja?
—Un enorme placer, por de pronto; me acompañan muchísimo. Es cierto que a veces a la obra la tenés y no la ves. Son muchos los días en que no la veo. Por eso presto mucho a museos, a exposiciones; permanentemente hay obras nuestras por todos lados. Pero cuando las miro, muchas de ellas me conmueven mucho, me hacen pensar. Y cuando las mostrás a otro, volvés a sorprenderte y a descubrir cosas.
—¿Cree que se avanzó algo en la idea que los empresarios argentinos tienen sobre la cultura?
– Sí, claro. El ejemplo es ArteBA: hay muchísimos empresarios ahí que invierten en cultura, claro que no lo suficiente. En Argentina falta una buena Ley de Mecenazgo. Pero hay gente que tiene interés, promoviendo la cultura, acá encontré a muchos de los empresarios que vinieron y llegaron a ARCO.
—¿Cambió su idea de la belleza con la sofisticación del gusto?
—Los modelos de belleza se modifican con la sofisticación del gusto y también con los años. En literatura, al contrario, estoy leyendo ahora un montón de clásicos y un tipo de libros que no leía como historias de viajes de descubrimientos, el primer viaje en el que Magallanes y El Cano dieron la vuelta al mundo. Uno piensa: ¿cómo estos tipos con esa porquería de barcos y en esas condiciones pudieron llegar después de 3 años de salir de España? Sobrevivieron 5 o 10% de los tipos que viajaban. También leí la vida y viajes de Alexander Humboldt. No me gustan las biografías como género, sí en cambio la aventura de esos hombres.
Los Macri y los reyes recorrieron la feria ARCO
—Dicen que en esta edición de ARCO compró obra. ¿Qué compró?
—Prefiero no decirlo.
—¿Le gusta lo que compró?
—Sí, me gusta.
—¿Qué tipo de obras compra hoy?
—Voy a decir una herejía acá, pero a mí el arte conceptual no me llega, no compro porque no me llega. Entiendo la simbología, lo que quieren decir, pero no me emociona. En general estoy comprando poca obra pero de artistas consagrados; concentro este momento en artistas grandes y consagrados, compro de vez en cuando gente más joven, pero menos.
—¿Qué opina del envío argentino? ¿Cómo lo vio?
—Toda la planificación que hizo el Ministerio de Cultura de la muestra está muy bien. Hubo buenos comisarios, buena selección de artistas y galerías.
—¿Qué piensa sobre la polémica por los costos del envío de la muestra? Otras críticas cuestionan esta inversión en tiempos de crisis y ajuste.
—¿Hubo polémica? No lo sabía. Te voy a contar lo que dije el otro día durante una conversación con un funcionario de este gobierno. Argentina invierte en investigación y desarrollo 0,6% de PBI. En Europa es el 2 y pico. Corea invierte el 4,3% e Israel, el 4,1. Del total de inversión en el área, China y EEUU invierten el 50%. En todo el mundo, se trata de inversión en un 75% privada y 25% pública. En Argentina el 85% es inversión pública y 15% es privada. La diferencia es que en los otros países la inversión en innovación y desarrollo es subsidiada fiscalmente y en Argentina no. Ese día le dije a ese funcionario y también se lo dije a otro miembro del Gobierno: ustedes tienen que tener la valentía de invertir en este momento, en esta crisis, en cultura e innovación y de pensar en un proyecto de país. En los momentos de crisis hay que pensar largo y arriesgar. Es lo mismo para la cultura. La frase "estamos jodidos fiscalmente" no es excusa. Este es el momento de hacer un plan estratégico porque este tipo de inversiones siempre retorna y lo hace con generosidad, creando situaciones y oportunidades nuevas y con valor agregado.
—Pero es muy común escuchar críticas que dicen que si aún faltan escuelas o salas de primeros auxilios, es una frivolidad invertir en cultura.
—Es una barbaridad, igual lo dicen con la ciencia. Eso es pensar muy corto. En este caso, esta inversión que hizo el Estado va a generar que las galerías vendan, que los artistas tengan repercusión. Es difusión de la cultura argentina y estimular que la gente visite el país. Te digo más: se invirtió poco, se pudo gastar más.
—¿Alguna vez pensó en ser político?
-No (ríe). Bueno, sí, lo pensé, pero antes de ser empresario. De hecho, volví a la Argentina en los '80 por un proyecto medio loco. Mi amigo Ricardo Entelman, asesor legal de Alfonsín, me convenció para un proyecto en el que trabajé como un año, tenía que ver con el desarrollo del sector empresario con estímulos especiales. Es muy difícil que un empresario sea político. En algún momento me ofrecieron algo y dije que no: como empresario siempre tenés alguna dificultad. Y te confieso que recuerdo con nostalgia ese tiempo en el que pensaba en la posibilidad, me gustado estar en la función pública, pero ahora ya no.
—¿Se puede ser un empresario de izquierda?
—Sí, se puede. Carlos Heller es un empresario de izquierda. Siento que los prejuicios arruinan y sobrecalifican a las personas. Veo gente que se declara de izquierda con la cual no comparto nada y veo gente que teóricamente es de derecha y con la que comparto más cosas porque son personas que piensan mejor las cosas.
—No piensa entonces que alguien de izquierda es una mejor persona
—Definitivamente no. He conocido crápulas de izquierda y gente de derecha muy buena gente. El egoísmo no tiene que ver con la ideología. En teoría, la gente de izquierda es menos egoísta pero no necesariamente en las relaciones individuales. No quiero ponerme a criticar, pero una cosa que pasa en nuestro país muchas veces es que es valorado lo colectivo como abstracto y la individualidad es olvidada en exceso algunas veces. Un empresario que yo admiraba mucho era Julio Broner. Si ser de izquierda es querer que la economía crezca, que haya mejor distribución y menos marginalidad, creo que hay mucha gente que, declarándose o no de izquierda, es de izquierda. Una persona puede buscar beneficios personales y para su empresa y la gente que trabaja en su empresa y al mismo tiempo pensar en los demás. Si no se es muy tonto, cualquiera tiene que entender que la estabilidad de uno depende de la estabilidad de todos.
Fuente: Infobae.

 
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