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Como se Pide.

Denuncié a Plusmar y sobreviví.
Por Florencia Gaitán.

El domingo 25 de diciembre viajé desde Suárez a Capital en Plusmar, como siempre, como la mayoría de mis conciudadanos.
A los 45 minutos de viaje empezó a llover y noté que por la ventanilla se filtraba agua. Decidí cerrar la cortina y, por fortuna, eso hizo que mi asiento no se mojara.
Dos horas más tarde, la lluvia era torrencial. Me había dormido profundamente. Ese día el aire acondicionado estaba a una temperatura normal y no en -18°, como sucede habitualmente.
Escuché unas voces que me despertaron. En ese momento, advierto que mi pelo estaba mojado, al igual que mi buzo, mi remera y mi ropa interior. Levanté la cabeza y descubrí que un chorro de agua caía desde el techo hasta el respaldo de mi asiento.
Las voces que me habían despertado eran las de una chica y un señor mayor que estaban en las mismas condiciones en las que me encontraba y se estaban quejando con los choferes, que en ningún momento subieron a ver lo que pasaba.
Por momentos, escuchaba golpes. Otra chica que viajaba adelante mío se excusaba por hacer ruido. Es que había cucarachas e intentaba matarlas con sus zapatos.
Empapada y sin poder dormir viajé durante las cinco horas que me separaban de Buenos Aires. El micro llegó más tarde de lo que debía pero estaba feliz de que el “viaje del terror” hubiera finalizado.
Dejé el equipaje en mi casa, me di un baño para intentar recuperar la temperatura corporal que había perdido por estar tantas horas mojada (también porque mi pelo era un completo desastre jaja!) y fui a trabajar.
A medida que pasaban las horas, me iba indignando más y más. No podía dejarlo así. Cada pasaje sale (o salía) $834. No es una cifra millonaria pero no es posible que tengamos que viajar en esas condiciones. Plusmar tiene el servicio prácticamente monopolizado, ya que también es dueña de El Condor La Estrella S.A., otra de las empresas que hacen el recorrido.
Lo primero que hice fue llamar a la empresa para pedirles que me devolvieran el importe del pasaje. Por supuesto, cuando terminé de marcar todos los números que me pidió el conmutador, me atendió una mujer que no tenía ni el más mínimo interés en desempeñar su trabajo. Escuchó en silencio mi relato y cuando terminé, dijo que debía mandar un mail y me cortó.
Mi nivel de bronca ya rozaba la ira.
Por supuesto, mandé el mail que sabía de antemano que jamás iban a contestar.
Investigando en internet, me encuentro con la página de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT). Me asesoraron e hice una denuncia para que el organismo les cobrara una multa y los intimara a mejorar el estado de sus vehículos. Pero no podían interceder por mí ante la empresa.
Intenté nuevamente hablar con alguien de Plusmar pero, de nuevo, me cortaron el teléfono.
Entonces, hice la denuncia en Defensa del Consumidor. A los dos días, me habían asignado una abogada y me pidieron que fijara una fecha conveniente para la audiencia de conciliación.
Así que el pasado 23 de enero ahí estaba yo. Con los papeles que necesitaba, la bronca intacta y muchas ganas de encontrarme con el representante de la empresa de transportes.
Pero jamás se presentaron.
Tenían cinco días hábiles para justificar su ausencia en la reunión. Obviamente no lo hicieron, por lo que ahora deben pagar una multa y deben resarcirme económicamente.
A mis amigos y conocidos que viajan habitualmente a Coronel Suárez en micro quiero decirles que sí, que es tedioso tener que hacer llamados, mandar mails, juntar papeles, hablar con abogados, cruzar media ciudad para asistir a una audiencia, etc. Pero si no lo hacemos, esta empresa (como tantas otras) seguirá brindado el paupérrimo servicio que brinda a cambio de las grandes sumas de dinero que desembolsamos cada vez que viajamos con ellos. Piensen en el total que invierten por año en pasajes.
La verdad es que para Plusmar es mucho más sencillo pagar la multa que mencioné antes que asistir a una audiencia. Soy una entre los miles y miles que viajan con ellos todos los días. La cifra que deben pagar no les implica sacrificio alguno.
No voy a hacerme millonaria con lo que deben pagarme. Pero no quería que lo que pasó quedara en la anécdota.
Y no digo que salgamos todos a denunciar “a troche y moche”. Pero es necesario que entendamos que no es normal pagar más de 800 pesos por un pasaje e ir matando cucarachas, tiritando de frío o muriendo de calor o mojándonos con las cataratas que caen del techo si llueve durante el viaje.
Quejándonos en una cena entre amigos no solucionamos absolutamente nada. Ni en este caso ni en ningún otro.
Permanentemente leo por las redes sociales reclamos de todo tipo por las cosas que suceden en nuestro país, tanto en el ámbito público como en el privado. Estaría bueno que empecemos a pensar qué parte de culpa nos cabe a nosotros, que nos quedamos de brazos cruzados mientras miramos como nos roban en la cara o nos maltratan.
Florencia Gaitán
DNI 34.005.905

 
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