Hace por lo menos 12 ó 13 años que la Asistente Social María Teresa Marsch trabaja en el Hogar de Ancianos.
Por eso la fuimos a consultar sobre la vejez y para conocer qué ha aprendido de los adultos mayores a lo largo de todos estos años de labor.
La encontramos llevando adelante una reunión de abuelos, donde se trabajaba sobre los derechos de los adultos mayores y también se analizaban diferentes cuestiones que los mismos abuelos marcaban de su interés.
Cuando el encuentro terminó pudimos obtener su opinión y sus respuestas.
Ha aprendido que la gente mayor tiene sus tiempos, que las particularidades, el carácter de cada uno, se profundizan con los años, que les cuesta hablar, no porque no tengan nada para decir sino porque pertenecen a una generación donde se hablaba poco y se trabajaba mucho, por lo que con los años siguieron muchos casi en silencio.
Cuenta que trabajando esta cuestión de los derechos, y usando como elemento disparador los derechos que se contemplan a nivel internacional, buscaron de redactar lo que a su hijo consideraban importante.
Al momento de pasar en limpio el decálogo de derechos surgió que no había nada referido a la propia familia. Entonces se produjo la necesidad de una nueva motivación, una nueva búsqueda, con preguntas que se volvieron a hacer: ¿no consideran que tienen derecho a que sus familias los visiten? ¿A ver con cierta periodicidad a sus hijos y nietos?
Sacando de adelante las justificaciones que se dieron para las ausencias, queda sonando en la voz de esta experimentada Asistente Social una aseveración: “el abuelo que está aquí pierde mucho con las ausencias de las familias… y cada uno de su familia no tiene ni idea de lo mucho que se pierde”.