Héctor Sauer, sobreviviente del hundimiento del ARA General Belgrano.

Tiene 50 años de edad, en realidad casi 51. Es amigo de Rubén Rowhein desde la infancia, desde aquella vez se encontraron ambos entrando leña para las Monjas de la Escuela Parroquial Santa María a la que concurrían, en busca los dos del tazón de mate cocido y pan casero con manteca y miel que en la cocina esperaba como premio a los voluntarios; en esa ocasión se habían preguntado la edad, el nombre y se propusieron ser amigos.
Cuando jóvenes, cumpliendo el Servicio Militar, uno estaba en el Ejército y otro en la Marina.
Héctor seguía muy de cerca el desarrollo de la Guerra en Malvinas, con la tranquilidad que estaba lejos, porque entonces el Belgrano navegaba por fuera de la zona de exclusión, pero con la intranquilidad que en las Islas estaba su amigo del alma.
Era un domingo, 2 de mayo, cerca de las 4 de la tarde, cuando con otro soldado resuelven salir de la zona de los dormitorios para poder captar mejor las ondas de radio de la transmisión del partido de Boca con Estudiantes.
Apenas habían empezado a subir por las escaleras que conducen a cubierta escucharon una explosión.
Les pareció que era el sonido del cañón que sabía estaba realizando tiros de práctica. Pero enseguida vino otro ruido muy fuerte y se empezó a correr la voz: “nos dieron”.
El apuro por subir por las finas escaleras, donde cabía un hombre por vez, fue mucho. ¿Cuánto duró? Tres o cuatro minutos tal vez, pero pareció una eternidad.
Ya en cubierta Héctor fue hacia la balsa número 41, tal como le habían enseñado en el momento de la práctica.
Fue lanzada el agua y todos los hombres que estaban destinados a la misma también. Héctor cayó al agua. El chaleco salvavidas impidió que se hundiera en el mar y que se mojara más allá de medio pecho. Así, empapado, fue subido al bote por sus compañeros. Entre todos, utilizando el único remo y las manos de todos, buscaron alejarse del remolino que sabían que iba a hacer el barco al hundirse. A las 5 de la tarde, una hora después del impacto, el barco se hundía en las frías aguas del Océano Atlántico.
Estuvieron dos noches dándose calor unos a otros, esperando el rescate que finalmente llegó el martes a las 11 de la mañana. No hay palabras para describir la alegría que les produjo a los 11 ocupantes de ese bote cuando vieron acercarse el buque que venía a rescatarlos.
Héctor Sauer estuvo entre los 770 sobrevivientes del ARA General Belgrano, que se llevó 323 vidas humanas, en un hecho de provocación de Inglaterra y que no tiene ningún justificativo en los cánones de la guerra.
No hay palabras para describir el abrazo emocionado que se dieron los dos amigos cuando en Pueblo Santa María se encontraron, en la semana en que ambos habían coincidido de permiso antes que les dieran de baja con el Servicio Militar cumplido.
Héctor no dejó de contar nunca lo que había vivido en el Belgrano. Respetó los silencios que hizo Rubén, sabiendo que su amigo tenía otras heridas que curar.
Compartieron el nacimiento de los hijos, la actividad teatral amateur, las alegrías, las tristezas, los vaivenes de la vida.
Hicieron juntos el viaje a Malvinas hace unos pocos años atrás. Así Héctor pudo pisar por primera vez las Islas, pudiendo cerrar el círculo que no había completado en 1982.
También Héctor Sauer coincide en que se es soldado de la Patria en todo momento, en cada acto. Por eso a sus hijos les pide responsabilidad para cumplir con lo que se comprometen y cada lugar de labor, cada rol que cumple, él lo desempeña con dedicación.