Servicio Meteorológico Nacional - Coronel Suárez.
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Los Suarenses por el mundo.
Nuevo mensaje del padre Fabio Schilereff desde Nuuk, Groenlandia.

Experiencias espirituales de gran repercusión.
Una misión pastoral donde se solicita que Dios continúe bendiciendo las grandes y pequeñas obras de evangelización de la Iglesia, especialmente las de nuestra Familia Religiosa.

Por segunda vez el Padre Fabio Schilereff, un suarense que se encuentra misionando en Nuuk, Groenlandia, se vuelve a comunicar con el diario digital de La Nueva Radio Suárez y ofrece relevantes reflexiones y muestras gráficas que queremos compartir con todos ustedes.
Querido todos:
Después de un poco más de un mes en Nuuk, aún no puedo contarles, en honor a la verdad, ninguna cacería de osos polares o haberme alimentado a base de aceite de foca y salmón seco. Sin embargo, por esto no pienso que la misión se está frustrando o de hecho no se misiona, ni que estamos perdiendo el entusiasmo. Pues bien nos han enseñado que la naturaleza de la misión es completamente distinta. El P. Carrascal lo aclara cuando denuncia a falsos estereotipos de misioneros que se pueden gestar en algunas casas de formación: “Una agrupación misional enviaba urgentemente hace años a Roma el siguiente telegrama: «Envíenos para Conferencia misionero auténtico con barbas». Por lo visto, según el telegrama, lo esencial en el misionero «auténtico» parece ser la barba, que le debe dar el aspecto de Robinson Crusoe, inculto y semisalvaje, como de quien vive en la jungla… Para muchos estudiantes (seminaristas y religiosas) son «auténticos» aquellos misioneros que tienen que contar aventuras en las que intervienen elefantes, leopardos y cobras”.
Vuelvo a citar a este gran misionero, porque considero que su libro “Si vas a ser misionero” es de un inestimable valor para los miembros de nuestra Familia Religiosa, llamados todos a ser protagonistas de primera línea en la Sagrada Misión de la Iglesia. Y me animó a leerlo el P. Segundo Llorente, pues redacta un panegírico de varias páginas sobre la persona y obra del P. Carrascal que es excelente, destacando entre otras cosas, cómo su doctrina acusa al progresismo que formaliza, languidece o llega a aniquilar la realidad de la misión y a la larga frustra la vida de tantos jóvenes que con gran ímpetu misionero habían partido hacia lejanos destinos. Y por si fuera poco, también quiebra la generosidad de los padres a la hora de entregar a sus hijos a la Misión, porque les parece un desperdicio, o un engañoso entusiasmo del momento, o peor aún, una pecaminosa ingratitud irse tan lejos y dejarlos solos. Muy breve, agrego sólo un párrafo de Llorente: “Mi gran amigo y compañero de estudios, el P. Juan Carrascal, S. J., acaba de publicar un libro que me creo poco menos que obligado a comentar… va llevando al misionero por sus pasos, y a medida que pasan las hojas y avanzan en su recorrido día tras día por todos los quehaceres de la Misión, se van señalando los peligros y los medios de librarse de ellos. Se va apuntando el veneno que puede uno ingerir tal vez sin darse cuenta, y se pone al lado el antídoto salvador. Se separa metódicamente el oro del oropel. Se va ha¬ciendo notar cómo el heroísmo está en esto y esto al pa¬recer menudo, y no en aquello otro, como habíamos creído. Todo ello va apuntalado con textos escriturísticos que confirman lo dicho y dan mucha luz. Todo es fruto maduro de una experiencia vivida, palpada, y todo ello in¬dica el espíritu observador del autor, que fue dejando en papeletas y ficheros cuanto caía bajo sus ojos de lince, sutiles y poderosos. No sabe uno qué admirar más, si la erudición y acopio inmenso de datos o la piedad a la vez tierna y sólida de que está impregnado todo el libro. Es un manjar solidísimo llamado a criar almas apostó¬licas fuertes y seguras. El sentido común que despide el libro le deja a uno sin palabra”. ¡Así es! ¡sin palabras!
Como daba a entender al inicio, la vida aquí tiene una especial monotonía y tal vez no haya mucho para escribir. Pero confieso que igualmente quise hacerlo por ser un tanto interesado. Pensé: si escribo, algunos rezarán más por nosotros, y esto justifica de sobra unos pocos renglones. Y para convencerme, también recordé lo que indicó el P. Walker cuando invitaba a los misioneros a escribir: que las crónicas son algunos de los innumerables medios que Dios utiliza para despertar y suscitar vocaciones. Es decir, que cualquier persona al conocer las misiones de nuestra Madre Iglesia, pueda volver a asombrarse y replantear toda su vida y el protagonismo que Jesucristo tiene para él en los pocos o muchos años que le queden por delante. ¡Cómo no escribirle a ese o esa joven que no conozco y anhela que Dios le muestre de alguna manera qué espera de él!
Para esta ocasión, solo dos breves consideraciones.
En primer lugar, comentarles que después de la primera crónica un buen número de religiosos me escribieron para asegurarme sus oraciones por nuestra misión en Nuuk. Y algunos con varios años de misión… y otros con no tantos, sutilmente me advirtieron que al inicio el fuego es sensiblemente más enérgico, pero luego que pasa el tiempo… ¡ahí te quiero ver!
Yo les agradezco ese mensaje, y estimo que más o menos todos estamos de acuerdo en que los entusiasmos sensibles desaparecen rápidamente. Un dolor de muela es suficiente para que el misionero cambie su modo de ‘sentir’ la misión… y el estudio de la nueva lengua con dolor de muela… ¡muy difícil! Pero también estoy convencido, como ustedes, que se puede mantener el verdadero fuego hasta el final. De hecho ahí está nuestro único y verdadero desafío.
Y juzgo oportuno enunciar el tema porque según algunos grandes misioneros, nada tan antihigiénico al espíritu como ese estado de dejadez, pusilanimidad o en algunos casos, hasta una especie de depresión, a la que es propensa la vida heroica del misionero. El P. Carrascal dice que puede ser porque no se pensó que uno de los constituti¬vos de ese heroísmo era un prosaísmo consciente, aceptado y ven¬cido. Ahí está el problema a entender y superar.
Agrego unos consejos que hace pocos días me envió un gran amigo, militar retirado del Ejército Argentino, que más allá de las incontables diferencias con la vida religiosa, la sustancia del mensaje, es decir la idea de fondo, es muy valiosa y oportuna: “Me atrevo a darle un consejo, con la autoridad de que cuando era Jefe en Rospentek (en el extremos sur de Argentina) debí vivir varios hechos difíciles por situaciones climáticas muy adversas en el invierno… Se trata de que todos los días y si es posible todas las semanas usted "sistemáticamente" se fije objetivos a cumplir en sus diversas tareas y se empeñe en cumplirlos aunque no tenga que dormir alguna noche y parezca ridículo hacerlo en esa situación en que se encuentra. Por otro lado, no abandone la tarea intelectual y para ello, también fíjese objetivos y plazos. Si es necesario escríbalos y después haga el balance y critíquese si no ha superado las dificultades para cumplirlos. Hágalo como si estuviera en Chile o en San Rafael. Tampoco descuide la actividad física, ya sea con nieve, con viento o con hielo, especialmente si corre. No se deje vencer por el clima ni la geografía, ya que en esas situaciones hay una tendencia natural a relajar la voluntad y perder la agudeza intelectual. Discúlpeme mi atrevimiento”. Por supuesto que agradezco enormemente estos atinados consejos.
El segundo punto, es una mención sobre los católicos de Nuestra Parroquia Cristo Rey, a modo de subsidio a la composición de lugar de la misión en Nuuk, o sea, que uds. por medio de algunos detalles, alcancen una idea más acabada de la realidad de la Iglesia Católica aquí. Recuerden que es la Isla más grande del mundo (su extensión geográfica es solo un 20% menos que toda la Argentina), en la que Cristo está solamente en dos Sagrarios: el de nuestra Iglesia y el de la capilla de las hermanas. Esta última, no tiene más de 5 metros cuadrados.
Ya que nombré a las hermanas, les cuento algo de estas tres mujeres misioneras, las únicas religiosas en todo Groenlandia. Pertenecen al Instituto de “Las Hermanitas de Jesús”, inspiradas en la vida y los escritos de Charles de Foucauld y están aquí desde el año 1981. Una de ellas, la hermana Noel, francesa, tiene 84 años. Viene a misa todos los días, con nieve, viento, frío, sol… como sea, ella sube hasta nuestra Iglesia. Digo sube, porque nuestra casa está en una colina, probablemente en uno de los lugares más altos de la ciudad. Ella es un testimonio irrebatible de entrega total y para siempre a Cristo. Y con esta frase tan breve, todos entendemos que estoy diciendo mucho, una realidad inmensamente grande y que por cierto el mundo desconoce. La otra hermana es japonesa y tiene más de 70 años. Llegó a Nuuk el año pasado y como algunos de nosotros, tampoco habla el danés y menos el groenlandés. Se comunica con los feligreses con un balbuciente inglés y más que nada con su rostro alegre, afabilidad y servicialidad. La tercera religiosa, la más joven pues ‘solo’ tiene 64 años, es Belga y desde hace un tiempo es la superiora de la comunidad. Dado que su carisma de algún modo lo contempla, trabaja como enfermera en el Hospital de la ciudad.
El modo que ellas tienen de llevar adelante la misión es muy distinto a lo que nosotros hemos aprendido y probablemente merezca otra crónica… después veremos. Por ahora, solo señalo que viven muy pobremente. Su convento es uno de los tantos departamentos de unos monoblocks, edificios populares, austeros y un poco abandonados. Allí vamos a cenar una vez a la semana y en esa ocasión nos reunimos todos los religiosos del país.
Por otra parte, así como no hemos visto renos corriendo por las colinas nevadas… aunque sí comimos algunos, tampoco se ve por aquí una cristiandad floreciente y alentadora. Los católicos no pasan de 60 y quizá menos. Y además, este número es sensiblemente susceptible a cambios porque no todos tienen una permanencia estable en Nuuk. Esto es debido a que la mayoría de los católicos son extranjeros, y están aquí principalmente por motivos de trabajo. Terminado el compromiso laboral, o desaparecidas las ventajas que justifiquen proporcionalmente vivir en un lugar tan inhóspito como apartado, regresan inmediatamente a su patria. Entonces los proyectos pastorales, que de hecho deben estar, tienen que contemplar esta tan particular situación. Estos planes apostólicos, son muchos y pocos a la vez. Es decir, hay una multitud de ideas y posibilidades, pues la Iglesia aquí aún debe crecer y consolidarse, en su aspecto plenamente espiritual, también social, como las obras de caridad, e institucional. Y los planes parecen reducirse cuando se piensa en lo inmediato, a corto plazo. ¿Con quién trabajo? ¿Por dónde comenzamos? ¿En qué ambiente conviene adentrarse? ¿Cómo difundimos nuestra doctrina? ¿Qué dirán los protestantes? Todo tiene respuesta y solución, pero posiblemente las alternativas sean notoriamente distintas a las que se dan en los países católicos. Es un país protestante, donde la mayoría vive una aparente especie de ateísmo práctico. Insisto, aparentemente, Dios no es un problema para ellos. La vida no tiene mucha explicación, ni muchos por qué ni para qué. Aquí estamos y listo ¿para qué complicarse más? Y por supuesto que este marco, afecta en el día a día a la pequeña grey de nuestra Iglesia. El primer efecto visible, es su irregularidad en la asistencia a Misa. Desde que llegué, todos los domingos he visto gente nueva, y no volví a ver a varios de los que hasta entonces había conocido. Y como estamos en un país luterano, entre los asistentes a Misa y posterior café, es común tener algunos protestantes todos los domingos. Ya sea porque es el esposo o esposa de un católico, o porque han venido a saludar, pues se le da importancia a las relaciones entre las distintas Iglesias y confesiones, o porque se los invitó para una ocasión particular y accedieron de muy buena gana. Como verán, nuestra comunidad no solo es muy cambiante, sino también máximamente heterogénea.
Para finalizar, una mención aparte para los filipinos. No están exentos completamente de lo descripto hasta aquí, pero provienen de una cultura católica y eso los distingue claramente del resto. Su piedad, el trato a los sacerdotes, su alegría, hasta las costumbres festivas y domésticas y el hecho de que la mayoría son jóvenes. Esta diferente realidad, abre un campo de acción apostólico muy atractivo y esperanzador.
Como comprenderán, es del todo interesante lo que el Instituto puede seguir haciendo en esta misión. Por lo mismo, nos seguimos encomendando a sus oraciones y todos recemos para que Dios continúe bendiciendo las grandes y pequeñas obras de evangelización de la Iglesia, especialmente las de nuestra Familia Religiosa.
P. Fabio Schilereff.

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